El imprescindible oficio de hacer pan
Sacrificado pero, qué duda cabe, muy gratificante. Dentro de poco se celebra San Honorato, una fiesta para poner el foco en el importante papel de los panaderos.
Se dice que la panadería es uno de los oficios más antiguos del mundo, y con razón. Se considera que en Egipto aparecieron los primeros esmerados panaderos, y más tarde, tanto los griegos como los romanos abrazaron este inspirador oficio. Incluso se cree que hubo algunos emperadores romanos que liberaron a algunos panaderos de ciertas obligaciones por considerarlos un gremio útil e imprescindible para el estado. El pan ha sido siempre un alimento fundamental en la historia de la humanidad y el oficio de panadero también.
El 16 de mayo es una fecha tan buena como cualquier otra para recordarlo. Y es que este día honra a San Honorato, el patrón de los panaderos. Una fecha muy especial para todos los profesionales que componen este sector y también para los clientes y consumidores que acuden día a día, de forma constante, a sus panaderías, cafeterías u hornos de confianza. Pero, ¿quién fue San Honorato y por qué es el patrón de los panaderos?
San Honorato fue un obispo de la localidad francesa de Amiens, donde vivió alrededor del siglo VI. Era miembro de una de las familias más importantes del país, y según se cuenta, practicó la virtud desde la infancia. La leyenda dice que, cuando en su casa se enteraron de que había sido proclamado al episcopado, hubo cierta incredulidad. Le dijeron que solo se creerían tal cosa si la requemada pala para hornear que utilizaban echaba raíces y se convertía en árbol. Plantaron en el patio de la casa la pala, que acabó convirtiéndose en una morera que pronto dio flores y frutos.
Ha llovido desde entonces, pero se sigue homenajeando al patrón de los panaderos por continuar siendo una profesión de vital importancia. El pan, de hecho, es una de las piedras angulares de nuestra dieta: la dieta mediterránea. Desde la preparación de la masa hasta su cocción, pasando por la venta al público, el oficio de hacer pan es tan sacrificado como vital para la sociedad. Y sin olvidar, por el camino, todos los deliciosos productos de bollería salada, bollería dulce, o pastelería que se pueden encontrar en estos templos dedicados al buen comer.
Los orígenes, en ese sentido, no deben olvidarse nunca, puesto que son los que en cierto modo marcan el rumbo. El pan, desde tiempos remotos, es sinónimo de cercanía y unión, y ha estado presente en los momentos más importantes de la vida, esos que se comparten en torno a una mesa. Recoger ese legado y enriquecerlo supone sumar a la tradición la innovación para hacer alimentos totalmente exquisitos: mejores sin renunciar a su esencia.
El agua, la harina, la levadura y la sal son ingredientes que se pueden considerar sencillos, pero nada más lejos de la realidad: son los grandes protagonistas del pan, donde también interviene de forma clara el proceso que ha de seguirse para hacer de él un producto auténtico. Las masas congeladas, sin ir más lejos, son un ejemplo de todo ello. Se realizan siguiendo un cuidado proceso artesanal centenario y se ultracongelan para poder ser almacenadas, reduciendo costes innecesarios y desperdicio alimentario, y permitiendo que en panaderías, cafeterías y hornos se pueda acabar de dar un golpe de horno a demanda. El pan precocido para panaderías supone una buena forma de honrar la tradición que envuelve a este alimento.
Pero no solo de cocer pan va este homenaje a los panaderos. Un panadero debe cultivar aptitudes como la empatía (para comprender a sus clientes) o la resolución (a la hora de controlar la maquinaria necesaria de forma correcta). Es un oficio de gran prestigio social en constante transformación debido a los cambios y nuevas necesidades que aparecen entre los consumidores. Un oficio donde se miman las materias primas, donde se cosecha la paciencia y el esmero, y donde se crean productos que nacen desde el cariño y respeto; un oficio que muchos panaderos no dudan en reconocer como el “mejor del mundo”.
No es baladí tampoco ser los responsables de alimentar a tantas personas y la causa directa de sus sonrisas y felicidad. Los panaderos hacen a la gente feliz con sus productos, y ese recuerdo prevalece durante mucho tiempo en la memoria. Tanto es así que hay personas que no entienden su vida sin pasarse por la panadería y adquirir esos alimentos que les alegran la existencia. Porque, como decía la escritora Maya Angelou, “la gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir”. Y el oficio de hacer pan, después de todo, también va sobre eso.
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