Almuerzos salados, meriendas dulces

La ciencia ha tratado de responder a por qué unas personas prefieren los sabores salados y otras los dulces. ¿Lo más importante? Que, en realidad, no tienes por qué elegir.

Dicen que el mundo se divide entre los amantes de lo salado y los que, al contrario, prefieren el dulce. La ciencia, de hecho, lleva mucho tiempo tratando de explicar los motivos por los que una persona se inclina más hacia un tipo de alimentos que hacia otros. Una decisión que, en realidad, depende de muchos factores.

Algunos estudios afirman que esta elección bebe directamente de la educación, algo que podría explicar por qué hay culturas en las que se priorizan las frutas o los sabores dulces. Por ejemplo, en Occidente, es bien conocido el test de la golosina; aquel en el que se encerraba a un niño en una habitación frente a un dulce y se estudiaba si podía aguantar quince minutos hasta comérselo o se abalanzaba sobre él sin miramientos vencido por la tentación. La recompensa, cabe recordar, era un dulce (y no un snack salado).

Otras teorías, como la que apunta el estudio ‘Genetics of Eating Behavior: Established and Emerging Concepts’ sugieren que es el ADN el que puede llegar a influir en esta elección entre dulce o salado. También lo puede hacer el propio organismo (que tiende a aceptar aquello a lo que está acostumbrado) o las hormonas (los clásicos antojos). Pero, más allá de todo esto, hay otro aspecto a tener en cuenta: lo salado suele apetecer antes que lo dulce.

El motivo es el siguiente: en el sistema digestivo, además de los receptores mecánicos (que son los que transmiten una sensación de hinchazón cuando se ha llenado el estómago) existen unos receptores químicos más sofisticados que responden de forma selectiva ante diferentes sustancias o nutrientes. De estos receptores químicos son los salados los que primero se saturan y, hasta que estos no alcanzan ese estado de plenitud, no comienzan a estimularse los receptores químicos que son sensibles a lo dulce.

Esta es la explicación a por qué apetece antes lo salado y, para rematar, lo dulce. Y, si hay dos franjas del día donde ambos sabores compiten de forma más clara son el almuerzo y la merienda. ¿Por qué no enfocar, por tanto, el almuerzo a lo salado y la merienda a lo dulce?

Almuerzos salados…

Hoy en día es muy fácil disponer en un negocio de productos salados. Gracias al pan precocido congelado, y concretamente, al pan congelado para panaderías, tienes la opción de disponer de multitud de panes que combinar con productos salados en tu establecimiento.

Pero no solo puedes acceder a deliciosos panes gracias a las masas congeladas y los proveedores de pan artesanal: también existen riquísimos snacks salados o bollería salada que siempre apetecen, como una empanada de atún (con posibilidades tales como la empanada de atún cuadrada, la empanada bocata atún gallega, o la empanada hojaldrada con atún y tomate) o una empanadilla de hojaldre de jamón y queso, entre muchos otros. Los límites los marcas tú y gracias a una buena distribuidora de productos de panadería estos son prácticamente infinitos.

… meriendas dulces

Croissant, ensaimada, napolitana de chocolate… El dulce es un rival que ofrece muchas posibilidades, la verdad. La masa de bollería hojaldrada, procedente de masas congeladas, permite tener en un establecimiento muchos productos de estas características en el frigorífico, listos para darles un golpe de horno y que luzcan tan suculentos como sabrosos. Pero no acaba aquí la cosa, ya que con la masa danesa, la masa de croissant o la masa de bollería, en general, no hay prácticamente ningún producto que no puedas tener en tu establecimiento.

Almuerzos salados, meriendas dulces. O quizá no. Después de todo, las reglas están para romperlas, ¿no?